Fascinante
y algo olvidada es la época helenista, con sus maravillas arquitectónicas, sus
guerreros, sus cínicos, escépticos, estoicos y epicúreos. Una etapa de
numerosas coincidencias con este siglo XXI, el cual tiene mucho de finisecular
y transitorio. Interesantísimos son los personajes que construyeron al
helenismo: pensadores, poetas y científicos hasta los sátrapas que sucedieron a
Alejandro y que, en buena medida, si no la inventaron, ¡vaya que perfeccionaron
la práctica de hacer culto divino a la persona del gobernante!
Uno de los filósofos más destacados de la brillante era helenista fue Pirrón de Elis (360-270 AC), filósofo padre de la escuela escéptica, quien inició su vida como pintor pero pronto mudó a las especulaciones filosóficas. Fue uno de los pensadores favoritos de Alejandro y recorrió extensamente el mundo como una especie de "filósofo residente" del imperio siempre favorecido por el gran conquistador. Críticó la escuela filosófica dominante de su época, el dogmatismo, empeñada tercamente en la búsqueda de la verdad absoluta. Pirrón supo que tal verdad absoluta no existía. Aunque es posible identificar rasgos escépticos entre los sofistas y en la escuela de Megara, fue Pirrón quien adoptó el escepticismo como postura definitiva. Llegó el sabio de Elis a la inapelable conclusión de que si la filosofía se origina en la búsqueda, el filósofo dogmático la mata al considerar que ha hallado la verdad, mientras que el escéptico opta por quedarse con la búsqueda y afirma que es imposible encontrar una verdad definitiva. Según Pirrón todas nuestras percepciones son relativas ya que solo nos retratan la realidad tal como "aparecen" filtradas por nuestros sentidos. Por ello no hay ninguna razón para afirmar que un aserto es más verdadero que el opuesto. La única postura coherente será pues, suspender el juicio (epoché) y no decir nada (aphasía) para desembocar en el estadio superior de la Ataraxia. Este concepto, Ataraxia, es usado tanto por escépticos, como por epicúreos, y quiere expresar serenidad, tranquilidad de ánimo, imperturbabilidad o ausencia de inquietud. Es un estado al que se llega mediante la práctica o ascesis y que sólo el auténtico sabio logra mantener.
Pirrón deriva pues en una ética de la imperturbabilidad: como nada sabemos con certeza, todo debe sernos indiferente, y ninguna opinión tiene por qué perturbar nuestro ánimo y sólo se puede aspirar a la felicidad en tanto uno sea capaz de abstraerse de las angustias de la vida.
En lo personal considero que el escepticismo pirroneano es uno de los primeros promotores intelectuales de lo que hoy llamamos “liberalismo”. Fue indiscutible inspirador del gran pensador Karl Popper. Hoy, que lamentablemente se mantienen por doquier los fundamentalismos religiosos y políticos que dicen ser portadores de la verdad absoluta es primordial rescatar y difundir el legado de Pirrón y tratar de entender, de paso, las vicisitudes de una época fantástica que pude darnos una buena cantidad de claves de la posmodernidad. Por lo pronto, recomiendo tener a mano una copia del libro Esbozos Pirrónicos (editado por Editorial Gredos en 1993), escrito por el médico y filósofo Sixto Empírico.
Uno de los filósofos más destacados de la brillante era helenista fue Pirrón de Elis (360-270 AC), filósofo padre de la escuela escéptica, quien inició su vida como pintor pero pronto mudó a las especulaciones filosóficas. Fue uno de los pensadores favoritos de Alejandro y recorrió extensamente el mundo como una especie de "filósofo residente" del imperio siempre favorecido por el gran conquistador. Críticó la escuela filosófica dominante de su época, el dogmatismo, empeñada tercamente en la búsqueda de la verdad absoluta. Pirrón supo que tal verdad absoluta no existía. Aunque es posible identificar rasgos escépticos entre los sofistas y en la escuela de Megara, fue Pirrón quien adoptó el escepticismo como postura definitiva. Llegó el sabio de Elis a la inapelable conclusión de que si la filosofía se origina en la búsqueda, el filósofo dogmático la mata al considerar que ha hallado la verdad, mientras que el escéptico opta por quedarse con la búsqueda y afirma que es imposible encontrar una verdad definitiva. Según Pirrón todas nuestras percepciones son relativas ya que solo nos retratan la realidad tal como "aparecen" filtradas por nuestros sentidos. Por ello no hay ninguna razón para afirmar que un aserto es más verdadero que el opuesto. La única postura coherente será pues, suspender el juicio (epoché) y no decir nada (aphasía) para desembocar en el estadio superior de la Ataraxia. Este concepto, Ataraxia, es usado tanto por escépticos, como por epicúreos, y quiere expresar serenidad, tranquilidad de ánimo, imperturbabilidad o ausencia de inquietud. Es un estado al que se llega mediante la práctica o ascesis y que sólo el auténtico sabio logra mantener.
Pirrón deriva pues en una ética de la imperturbabilidad: como nada sabemos con certeza, todo debe sernos indiferente, y ninguna opinión tiene por qué perturbar nuestro ánimo y sólo se puede aspirar a la felicidad en tanto uno sea capaz de abstraerse de las angustias de la vida.
En lo personal considero que el escepticismo pirroneano es uno de los primeros promotores intelectuales de lo que hoy llamamos “liberalismo”. Fue indiscutible inspirador del gran pensador Karl Popper. Hoy, que lamentablemente se mantienen por doquier los fundamentalismos religiosos y políticos que dicen ser portadores de la verdad absoluta es primordial rescatar y difundir el legado de Pirrón y tratar de entender, de paso, las vicisitudes de una época fantástica que pude darnos una buena cantidad de claves de la posmodernidad. Por lo pronto, recomiendo tener a mano una copia del libro Esbozos Pirrónicos (editado por Editorial Gredos en 1993), escrito por el médico y filósofo Sixto Empírico.