sábado, 22 de enero de 2011

Cartas a la Reina de Corazones 6: Hatshepsut, faraona de Egipto

Reina:


Aunque habíamos quedado de que en estas cartitas de Domingo de Reina hablaríamos sobre todo de monarcas femeninas africanas relativamente desconocidas, hoy quiero romper un poco esta regla para hablarte de una de las más destacadas gobernantes de todos los tiempos. Nos remontaremos para ello muy lejos en el tiempo hasta el apogeo del antiguo Egipto, ni más ni menos que a su XVIII Dinastía (hubo en total XXX), cuando esta civilización conoció como nunca antes de riquezas y de glorias militares y cuando el faraón Tutmosis I y su reina principal, Amosis, trajeron mundo una hijita hermosa que se llamó Hatshepsut, quien desde chiquita fue muy, pero muy inteligente. Se distinguía por ser asaz observadora. Siempre se podía ver sus ojitos escrutadores muy atentos a lo que hacía su padre el faraón, quien fue uno de los grandes dirigentes del antiguo Egipto. Hatshepsut creció entre tres hermanos, dos de los cuales murieron antes que su padre dejando a un tercer hijo junto a ella. Este tercer hijo de Tutmosis I se llamó Tutmosis II, sin embargo, este era aún muy joven para reinar en Las Dos Tierras, el Alto y Bajo Egipto. Para darle una posición más firme a Tutmosis II ante la muerte de su padre, éste fue desposado con Hatshepsut para que ambos tomaran el trono de Egipto. Sí, en Egipto era común la boda entre hermanos. Y es que el faraón estaba muy impresionado por la inteligencia de su hija. De esta manera fue que se pavimentó el camino para que, dentro de las treinta dinastías que existieron en la dilatada historia del antiguo Egipto, hubiese una excepción en la que una mujer tomó el título de faraón; fue precisamente Hatshepsut, la observadora, primera mujer que conquistó el título de faraón.



Tutmosis II realizó campañas militares en los territorios extranjeros y sus éxitos más importantes tuvieron lugar en Nubia y Siria. Con Hatshepsut tuvo una hija llamada Ranofru. De Isis, una concubina de Tutmosis II, nació un niño que se le dio el nombre de Tutmosis III. Entonces, de forma inesperada y pese a que Tutmosis II parecía tener mucha energía, el faraón murió joven. Gobernó 14 años. Antes de su muerte designó a su hijo Tutmosis III a llevar en sus hombros la responsabilidad de reinar en el imperio más poderoso de la tierra, pero era un niño cuando se le entregó esta responsabilidad. Por eso la corte consultó a los dioses que debían hacer, la respuesta fue categórica: Hatshepsut debía acompañar al nuevo rey en un período de corregencia. De esta forma esta que fue una chamaquita tan observadora ascendió al trono en el año 1479 A.C.



Se hizo cargo del imperio por tres décadas mientras su hijastro, Tutmosis III, que se distinguió por ser un extraordinario comandante y estratega militar, dirigía el ejército. Extendió las fronteras egipcias hasta lugares lejanos. Logró la mayor extensión del imperio de todos los tiempos. Ella estaba contenta con la situación pero Tutmosis no lo estaba tanto ya que originalmente él había sido quién debía gobernar según su padre. Pero no tenía más opción que dar un golpe de estado para recuperar el trono o esperar a que Hatshepsut muriera. Su elección fue la segunda, quedándose él en el ejército mientras seguramente recordaba que era mucho más joven que ella por lo que algún día él sería el nuevo faraón.



Hatshepsut desempeño un eficaz gobierno que impulsó la industria y la agricultura. Uno momento culminantes de su reinado fue la expedición a las tierras de Punt (hoy Somalia), de donde llevó a Egipto variedades de plantas que adaptó a su clima. También se dedicó a la construcción de monumentos, muchos de los cuales aún pueden verse en casi toda su magnificencia. Su principal arquitecto fue Sen en mut, enigmático personaje que desde siempre ha generado muchas especulaciones entre los Egiptólogos. Se sabe que era de origen humilde ya que sus padres eran simples plebeyos. Empezó por ser el mayordomo de Hatshepsut pero muy prontamente fue ganando méritos y a la par iba siendo ascendido de cargo hasta el punto que tuvo mucho poder en el reinado de la reina-faraón. Sin suda fueron amantes. Recibió los cargos de arquitecto en jefe, supervisor de obras, supervisor de los graneros y de los tejedores de Amón. Todo este camino recorrido por Sen en mut no era nada fácil y mucho menos si recordamos que venía de entre los plebeyos. El monumento más impresionante ordenado por Hatshepsut fue su templo funerario, uno de más hermosos y singulares de todo el mundo. Tuve la oportunidad de conocerlo. Está ubicado detrás del Valle de los Reies en lo que hoy se conoce como Deir al Bahari. Se encuentra relativamente al lado del templo de Mentuhotep I e inspirado en éste se construyó el de Hatshepsut. Está dedicado principalmente al dios (m) Amón pero también -en una escala menor- a Hator y a Anubis, el perrito. La reina-faraón también ordenó la construcción de los bellos obeliscos de Karnak (qué también conozco, je, je).



Tras alrededor de 29 años de reinado, Hatshepsut muere. No se sabe como sucedió, si fue una muerte natural o no. Simplemente se sabe que al ella morir, Tutmosis III finalmente subió al trono. También se llega a creer que Tutmosis tuvo algo que ver en su muerte pero esta teoría tampoco encuentra las pruebas suficientes para asegurarlo. Lo cierto es que después de la muerte de Hatshepsut fueron destruidas muchas de sus imágenes y se borró el nombre de esta gran reina-faraón de los monumentos. Para ser inmortales los egipcios necesitaban que su nombre se repitiera y no se perdiera en el olvido y borrar el nombre era condenarla al olvido, por eso Hatshepsut debía ser borrada de la historia egipcia y de hecho, esto se hace evidente cuando se le omitió en la lista de reyes hecha en tiempos de Seti I y Ramses II en la Sala de los Antepasados del templo de Abidos durante la XIX Dinastía. Pero los muy tarugos cometieron un error: sus monumentos fueron enterrados con el fin de olvidar ese período “vergonzoso”, pero lo que en realidad se logró con esto es que irónicamente a la idea de borrar toda su memoria se conservó de una manera muy satisfactoria: la arena protegió estos monumentos como nada lo hubiera podido lograr. Por eso es que hoy más que nunca, Hatshepsut, La Primera de las Mujeres Nobles como la traducción de su nombre lo indica, figura entre los monarcas más importantes de toda la historia egipcia.

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