“Hay
palabras que suenan magníficas
cuando
uno enfrenta el hacha del destino”
Bruno
Arpinati
Nada despierta más la imaginación de los amantes de
las teorías conspirativas que los grandes magnicidios, y a la vez nada expone
mejor lo absurdo de la historia y el imperio del azar y lo irracional en el devenir
de los acontecimientos humanos como algunos de los asesinatos de los grandes de
este mundo.
En realidad, pocos magnicidios han sido resultado de vastas
e intrincadas conspiraciones. Desde luego en esto, como en casi todo, hay
excepciones. Esta columna, escrita bajo el nombre de El Hacha del Destino, estará
dedicada a reflexionar sobre las asesinatos, atentados y conspiraciones más
relevantes de la historia.
Y empezamos por un magnicidio relativamente reciente:
el caso de Olof Palme. Para la consternación de buena parte de la sociedad
sueca, la fiscalía de ese país, concluyó después 34 años de investigaciones tan
extenuantes como embrolladas e inútiles que el responsable fue un asesino
solitario.
Palme fue uno de los grandes adalides de la
socialdemocracia europea del siglo XX. Nacido en 1927, su familia poseía cierto
linaje aristocrático. Desde muy joven tuvo vocación política y su orientación
socialdemócrata lo impelió a afiliarse a ese partido, el cual tiene en Suecia
uno de sus más exitosos exponentes. Mentor de Palme fue Tage Erlander, padre
del sistema de bienestar sueco, quien gobernó a país la friolerita de 23 años
ininterrumpidos. En 1969, al retirarse finalmente Erlander, Palme hereda el
mando. Durante sus gobiernos amplió la cobertura del sistemas de bienestar,
hizo grandes inversiones en educación, incrementó el poder de los sindicatos y
despojó a la monarquía sueca del poco poder político formal que le quedaba. También
se distinguió en la creación de
guarderías infantiles y de centros de educación prescolar, lo que facilitó la
entrada de las mujeres al mercado laboral y sirvió para promover la igualdad de
género. En fin, todo un socialdemócrata hecho y derecho.
En lo internacional, Palme hizo que Suecia abandonara
su tradicional política de neutralidad a ultranza para asumir un activismo muy
relevante. Criticó acremente a Estados Unidos sobre Vietnam, fue enemigo asaz empecinado
de racista al régimen de apartheid en Sudáfrica, denunció con vigor al régimen
de Francisco Franco, encabezó formidables campañas en contra de la
proliferación de armas nucleares y fungió como mediador durante la guerra entre
Irak e Irán.
Obviamente, como sucede con casi todos los políticos,
pero sobre todo con los más dinámicos y protagónicos, su activismo le granjeó adeptos
y detractores por igual. Fue uno de esos personajes que amas u odias, sin paliativos.
La noche del viernes 28 de febrero de 1986, Olof Palme
salía de un cine acompañado de su esposa Lisbeth. Como sucedía con frecuencia, la
pareja no estaba acompañada por guardaespaldas. El primer ministro insistía en
llevar una vida “lo más normal posible”. Eran las 11:23 PM cuando un sujeto se
les acercó y disparó varios tiros a quemarropa sobre la espalda de Palme,
dándose a la fuga para desaparecer en una
de las calles adyacentes. Decenas de testigos aseguraron haber visto a un
hombre alto hacer las descargas y huir del lugar, pero nunca se encontró al
culpable y Suecia vivió durante décadas con el trauma y la incertidumbre de no
saber a quién responsabilizar por lo ocurrido aquel día.
Como era de esperar, tras el magnicidio abundaron las
teorías conspirativas, pero tres fueron las más populares: una señalaba al partido
independentista kurdo PKK, implicado en una lucha guerrillera en contra del
Estado turco y el cual había sido declarado por Palme como "organización
terrorista"; otra implicaba a la empresa fabricante de armas sueca Bofors,
perjudicada por el pacifismo manifiesto del premier: y, por último, la aparentemente
más creíble, que apuntaba a un asesinato patrocinado por el gobierno racista de
Sudáfrica. Todas estas teorías se vieron reforzadas por la ineptitud de las
autoridades policiacas suecas, cuyas pesquisas iniciales se caracterizaron por
estar plagadas de errores.
En 1988, la policía arrestó a Christer Pettersson,
cuya apariencia física coincidía con la descripción que los testigos habían
dado de una persona que había sido vista con actitud sospechosa cerca del lugar
donde Palme fue asesinado. De hecho, durante una ronda de reconocimiento,
Lisbet Palme le identificó como el asesino. En 1989, Petterson fue condenado y
sentenciado a cadena perpetua. Pero las pruebas eran muy endebles y gracias a
su hábil abogado los tribunales revocaron la condena de Petterson apenas tres
meses después de pronunciado el fallo y ordenaron pagarle una compensación por
50 mil dólares al injustamente indiciado.
Aparecieron entonces decenas de libros y panfletos, las
autoridades realizaron alrededor diez mil interrogatorios e incluso un total de
130 personas se atribuyeron la autoría del crimen. Pero, sin duda, el personaje
más relevante obsesionado por el caso y quien se propuso llegar por sí mismo al
fondo del asunto fue el escritor Stieg Larsson, autor de la saga “Millenium”, quien
dedicó al tema varios años. Acumuló 20 cajas de documentos, escritos y pistas antes
de que falleciera de un infarto al miocardio en 2004. Estaba convencido de la
teoría que ligaba, de alguna manera, a la agencia secreta sudafricana con la extrema derecha sueca. Poco después, Tomando
como base los documentos recopilados por Larsssen, el también escritor y periodista Jan Stocklassa ordenó y
prologó dicha investigación en su un libro “El Legado”.
Ahora, en este desquiciado año 2020 que vivimos, la
Fiscalía General de Suecia declaró como autor solitario del crimen a Stig
Engström, quien había sido interrogado como testigo en la primera etapa de las
indagaciones. Trabajaba en la compañía de seguros Skandia, cuyas oficinas
centrales están ubicadas muy cerca del lugar del homicidio. Era simpatizante de
los grupos de derecha y por un tiempo militó en un partido de orientación
conservadora, de donde salió peleado con
sus correligionarios. Era atrabiliario y fanático. Su pasión eran las
armas de fuego, sobre todo a los revólveres Magnum, como el utilizado para
terminar con la vida de Palme. Luego de una patética vida de fracasos
personales y profesionales, Engström optó por suicidarse en el año 2000 a la
edad de 66 años. La policía lo descartó como sospechoso a pesar de haber
incurrido en crasas contradicciones en sus declaraciones. También había aparecido
en el mismo lugar que por donde huyó el asesino, vestido con una ropa muy
similar a la del autor del crimen. Pero son tras las consideraciones de peso cuando
la política entra en juego, y en ese momento la teoría de una fuerza extranjera
como responsable pesaba mucho, y este
anodino personaje no encajaba con ninguna teoría conspirativa.
Fue hasta hace un par de años que la pista de Engström
volvió a la palestra gracias a varias investigaciones independientes de
periodistas que decidieron dejar de lado las teorías conspirativas. A final de
cuentas, los fracasos de las pesquisas que se habían centrado en posibles
conspiraciones habían sido evidentes y reiteradas, y la decisión del primer
ministro de ir al cine fue improvisada, como también lo fue la de regresar a
casa andando en lugar de en un taxi, por lo que parece difícil pensar en un
crimen premeditado. Asimismo, a tres décadas de desmontado el apartheid en
Sudáfrica no existen razones sólidas para pensar que los gobiernos de ese país
tuvieses razones para proteger a los presuntos asesinos, y por años
investigadores suecos han viajado Sudáfrica sin hallar evidencias.
Hoy, Engström es presentado como un lobo solitario, un
ultraderechista lo bastante enfadado como para disparar al primer ministro de
su país tras un encuentro casual “empujado por un impulso” y que al día siguiente se fue de
vacaciones con su esposa, quien afirma que no notó nada raro en él y, por
añadidura, acaba de declarar que su ex marido era demasiado cobarde para haber
hecho “algo así”. En fin, un don nadie, un papanatas que se divorció y agudizó
su alcoholismo hasta el grado de suicidarse el año 2000 mediante barbitúricos consumidos
mientras apuraba una botella de Jack Daniels.
Por supuesto, los partidarios de las teorías de
conspiración han puesto el grito en el cielo, empezando por Stocklassa , quien muy molesto acaba de
burlarse de la fiscalía asegurando “Usando la lógica del fiscal se podría
afirmar que Palme fue asesinado por su esposa”. Y, de verdad, toda esta versión
parece absurda. Pero la escalofriante verdad es que la vida misma es absurda.
Pedro Arturo Aguirre
columna El Hacha del Destino
publicada en Latitud Noticias el 28 de junio de 2020