sábado, 11 de julio de 2020

La Ocasión hace al… ¿Magnicida?



Swedish prosecutor says may be close to solving Palme's 1986 ... 

“Hay palabras que suenan magníficas
cuando uno enfrenta el hacha del destino”
Bruno Arpinati

Nada despierta más la imaginación de los amantes de las teorías conspirativas que los grandes magnicidios, y a la vez nada expone mejor lo absurdo de la historia y el imperio del azar y lo irracional en el devenir de los acontecimientos humanos como algunos de los asesinatos de los grandes de este mundo.

En realidad, pocos magnicidios han sido resultado de vastas e intrincadas conspiraciones. Desde luego en esto, como en casi todo, hay excepciones. Esta columna, escrita bajo el nombre de El Hacha del Destino, estará dedicada a reflexionar sobre las asesinatos, atentados y conspiraciones más relevantes de la historia.

Y empezamos por un magnicidio relativamente reciente: el caso de Olof Palme. Para la consternación de buena parte de la sociedad sueca, la fiscalía de ese país, concluyó después 34 años de investigaciones tan extenuantes como embrolladas e inútiles que el responsable fue un asesino solitario.

Palme fue uno de los grandes adalides de la socialdemocracia europea del siglo XX. Nacido en 1927, su familia poseía cierto linaje aristocrático. Desde muy joven tuvo vocación política y su orientación socialdemócrata lo impelió a afiliarse a ese partido, el cual tiene en Suecia uno de sus más exitosos exponentes. Mentor de Palme fue Tage Erlander, padre del sistema de bienestar sueco, quien gobernó a país la friolerita de 23 años ininterrumpidos. En 1969, al retirarse finalmente Erlander, Palme hereda el mando. Durante sus gobiernos amplió la cobertura del sistemas de bienestar, hizo grandes inversiones en educación, incrementó el poder de los sindicatos y despojó a la monarquía sueca del poco poder político formal que le quedaba. También se distinguió  en la creación de guarderías infantiles y de centros de educación prescolar, lo que facilitó la entrada de las mujeres al mercado laboral y sirvió para promover la igualdad de género. En fin, todo un socialdemócrata hecho y derecho.

En lo internacional, Palme hizo que Suecia abandonara su tradicional política de neutralidad a ultranza para asumir un activismo muy relevante. Criticó acremente a Estados Unidos sobre Vietnam, fue enemigo asaz empecinado de racista al régimen de apartheid en Sudáfrica, denunció con vigor al régimen de Francisco Franco, encabezó formidables campañas en contra de la proliferación de armas nucleares y fungió como mediador durante la guerra entre Irak e Irán.

Obviamente, como sucede con casi todos los políticos, pero sobre todo con los más dinámicos y protagónicos, su activismo le granjeó adeptos y detractores por igual. Fue uno de esos personajes que amas u odias, sin paliativos.

La noche del viernes 28 de febrero de 1986, Olof Palme salía de un cine acompañado de su esposa Lisbeth. Como sucedía con frecuencia, la pareja no estaba acompañada por guardaespaldas. El primer ministro insistía en llevar una vida “lo más normal posible”. Eran las 11:23 PM cuando un sujeto se les acercó y disparó varios tiros a quemarropa sobre la espalda de Palme, dándose a la fuga  para desaparecer en una de las calles adyacentes. Decenas de testigos aseguraron haber visto a un hombre alto hacer las descargas y huir del lugar, pero nunca se encontró al culpable y Suecia vivió durante décadas con el trauma y la incertidumbre de no saber a quién responsabilizar por lo ocurrido aquel día.

Como era de esperar, tras el magnicidio abundaron las teorías conspirativas, pero tres fueron las más populares: una señalaba al partido independentista kurdo PKK, implicado en una lucha guerrillera en contra del Estado turco y el cual había sido declarado por Palme como "organización terrorista"; otra implicaba a la empresa fabricante de armas sueca Bofors, perjudicada por el pacifismo manifiesto del premier: y, por último, la aparentemente más creíble, que apuntaba a un asesinato patrocinado por el gobierno racista de Sudáfrica. Todas estas teorías se vieron reforzadas por la ineptitud de las autoridades policiacas suecas, cuyas pesquisas iniciales se caracterizaron por estar plagadas de errores.

En 1988, la policía arrestó a Christer Pettersson, cuya apariencia física coincidía con la descripción que los testigos habían dado de una persona que había sido vista con actitud sospechosa cerca del lugar donde Palme fue asesinado. De hecho, durante una ronda de reconocimiento, Lisbet Palme le identificó como el asesino. En 1989, Petterson fue condenado y sentenciado a cadena perpetua. Pero las pruebas eran muy endebles y gracias a su hábil abogado los tribunales revocaron la condena de Petterson apenas tres meses después de pronunciado el fallo y ordenaron pagarle una compensación por 50 mil dólares al injustamente indiciado.

Aparecieron entonces decenas de libros y panfletos, las autoridades realizaron alrededor diez mil interrogatorios e incluso un total de 130 personas se atribuyeron la autoría del crimen. Pero, sin duda, el personaje más relevante obsesionado por el caso y quien se propuso llegar por sí mismo al fondo del asunto fue el escritor Stieg Larsson, autor de la saga “Millenium”, quien dedicó al tema varios años. Acumuló 20 cajas de documentos, escritos y pistas antes de que falleciera de un infarto al miocardio en 2004. Estaba convencido de la teoría que ligaba, de alguna manera, a la agencia secreta sudafricana con  la extrema derecha sueca. Poco después, Tomando como base los documentos recopilados por Larsssen, el también  escritor y periodista Jan Stocklassa ordenó y prologó dicha investigación en su un libro “El Legado”.

Ahora, en este desquiciado año 2020 que vivimos, la Fiscalía General de Suecia declaró como autor solitario del crimen a Stig Engström, quien había sido interrogado como testigo en la primera etapa de las indagaciones. Trabajaba en la compañía de seguros Skandia, cuyas oficinas centrales están ubicadas muy cerca del lugar del homicidio. Era simpatizante de los grupos de derecha y por un tiempo militó en un partido de orientación conservadora, de donde salió peleado con  sus correligionarios. Era atrabiliario y fanático. Su pasión eran las armas de fuego, sobre todo a los revólveres Magnum, como el utilizado para terminar con la vida de Palme. Luego de una patética vida de fracasos personales y profesionales, Engström optó por suicidarse en el año 2000 a la edad de 66 años. La policía lo descartó como sospechoso a pesar de haber incurrido en crasas contradicciones en sus declaraciones. También había aparecido en el mismo lugar que por donde huyó el asesino, vestido con una ropa muy similar a la del autor del crimen. Pero son tras las consideraciones de peso cuando la política entra en juego, y en ese momento la teoría de una fuerza extranjera como responsable pesaba  mucho, y este anodino personaje no encajaba con ninguna teoría conspirativa.

Fue hasta hace un par de años que la pista de Engström volvió a la palestra gracias a varias investigaciones independientes de periodistas que decidieron dejar de lado las teorías conspirativas. A final de cuentas, los fracasos de las pesquisas que se habían centrado en posibles conspiraciones habían sido evidentes y reiteradas, y la decisión del primer ministro de ir al cine fue improvisada, como también lo fue la de regresar a casa andando en lugar de en un taxi, por lo que parece difícil pensar en un crimen premeditado. Asimismo, a tres décadas de desmontado el apartheid en Sudáfrica no existen razones sólidas para pensar que los gobiernos de ese país tuvieses razones para proteger a los presuntos asesinos, y por años investigadores suecos han viajado Sudáfrica sin hallar evidencias.

Hoy, Engström es presentado como un lobo solitario, un ultraderechista lo bastante enfadado como para disparar al primer ministro de su país tras un encuentro casual “empujado por un impulso”  y que al día siguiente se fue de vacaciones con su esposa, quien afirma que no notó nada raro en él y, por añadidura, acaba de declarar que su ex marido era demasiado cobarde para haber hecho “algo así”. En fin, un don nadie, un papanatas que se divorció y agudizó su alcoholismo hasta el grado de suicidarse el año 2000 mediante barbitúricos consumidos mientras apuraba una botella de Jack Daniels.

Por supuesto, los partidarios de las teorías de conspiración han puesto el grito en el cielo, empezando por  Stocklassa , quien muy molesto acaba de burlarse de la fiscalía asegurando “Usando la lógica del fiscal se podría afirmar que Palme fue asesinado por su esposa”. Y, de verdad, toda esta versión parece absurda. Pero la escalofriante verdad es que la vida misma es absurda.



Pedro Arturo Aguirre
columna El Hacha del Destino 
publicada en Latitud Noticias el 28 de junio de 2020

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